¿Qué es el duelo infantil?
El duelo en la infancia es una experiencia profunda y compleja. A diferencia de los adultos, los niños no siempre expresan su dolor con palabras; lo hacen a través del juego, el silencio, los cambios de humor o el cuerpo. El duelo infantil no se “cura” ignorándolo, y tampoco debe ser minimizado por creer que “aún no entienden”.
Cuando un niño pierde a alguien o algo significativo —un ser querido, una mascota, un cambio de casa, una separación— necesita ser acompañado desde la comprensión, el afecto y el respeto a su manera única de sentir.
Elaborar adecuadamente las primeras experiencias de pérdida puede ser determinante para cómo se transiten otras a lo largo de la vida: rupturas amorosas, mudanzas, cambios escolares o la pérdida de amistades. Cada una de estas vivencias implica un proceso de adaptación emocional que, si se acompaña de forma adecuada en la infancia, fortalece la resiliencia futura.
Obstáculos culturales y emocionales en las familias
En nuestra cultura, muchas veces no estamos preparados para hablar de la muerte con naturalidad. Creemos que si no hablamos del tema, el niño sufrirá menos. Sin embargo, el silencio o los eufemismos (“se fue a dormir”, “está en el cielo”) pueden generar más confusión y miedo.
También existen duelos que muchas veces no son reconocidos socialmente, pero que para un niño pueden ser profundamente significativos: la muerte de una mascota, el cambio de colegio, la separación de los padres o incluso una mudanza. Todos estos eventos implican una pérdida, y merecen ser nombrados y acompañados.
Además, cuando los adultos también están atravesando su propio duelo, se vuelve difícil sostener emocionalmente a los hijos. Padres y madres muchas veces sienten culpa por no poder estar disponibles o no saber cómo abordar las preguntas o emociones del niño. Acompañar un duelo infantil requiere primero darnos permiso para mirar el nuestro con compasión.
El papel del apego y el trauma en el duelo
Los niños necesitan una base segura desde la cual poder procesar sus emociones. Cuando el vínculo de apego es seguro —es decir, cuando se sienten vistos, comprendidos y sostenidos emocionalmente— tienen más herramientas para enfrentar una pérdida.
Sin embargo, si el niño ha vivido situaciones de apego inseguro o la pérdida ocurre de forma repentina o traumática, el proceso de duelo puede complicarse. Aparecen síntomas como ansiedad, regresiones, miedo a la separación, pesadillas o dificultad para expresar lo que sienten. En estos casos, es fundamental trabajar tanto el trauma como el apego para favorecer una elaboración saludable del duelo.
Acompañar desde lo expresivo y transpersonal
Los niños no siempre pueden poner en palabras su dolor, pero sí pueden representarlo a través del arte, el juego, la música o el movimiento. Estas formas de expresión activan áreas del cerebro que ayudan a regular las emociones y permiten elaborar vivencias dolorosas de forma más segura y natural.
Desde una mirada transpersonal, también es posible acompañar la dimensión espiritual del niño: su capacidad de sentir conexión, trascendencia y sentido, incluso en momentos difíciles. A veces, esto implica dar lugar a preguntas existenciales o a rituales simbólicos que les permitan mantener un vínculo interno con el ser querido.
Mónica Cubillo
Psicóloga y Psicoterapeuta Infantil en NaSér Psicología